lunes, 13 de mayo de 2013

Imperio Otomano y Monarquía Hipánica


El Imperio Otomano
La principal característica del Imperio Turco es que fue totalmente cosmopolita, fue un imperio multiétnico, donde convivían diferentes pueblos o etnias, que estaban integrados en las estructuras sociopolíticas de este imperio y que además practicaban la tolerancia religiosa, cosa que por ejemplo no se hacía en Castilla. De hecho, el mundo mediterráneo de esta época era totalmente intolerante y marcaba la sociedad de los siglos XVI y XVII, por eso podemos considerar que el Imperio Turco era de mente bastante más abierta. Fue además un Imperio universal, que recibió por ejemplo, a los judíos (1492) y moriscos, que habían sido expulsados de la Península. Era también una civilización única, un imperio políglota, donde los esclavos podían llegar a alcanzar puestos de responsabilidad. Se va a crear con ello una élite que se orientaba en torno al sultán.

Fue un Imperio que estuvo marcado por sus batallas y conquistas. El primero de los sultanes que tuvo la oportunidad de gobernarlo fue Murad I, que va a conquistar gran parte de los Balcanes. Es considerado el verdadero fundador, además de un practicante considerable de la tolerancia hacia los pueblos. Más tarde llega Mehmed I, que empieza la conquista de Constantinopla, que no caerá hasta 1453 con Mehmed II. Con este último, ya en el siglo XV se van a desarrollar las primeras victorias contra Venecia. Digamos que las relaciones entre Venecia y el Imperio Turco van a ser decisivas, ya que Venecia, estaba encuadrada en la Península Ibérica pero mirando más hacia Oriente que hacia Occidente, siendo muy cercana a rutas como las de la seda, y es ahí donde se van a encontrar. Podemos verla como uno de los puntos estratégicos.
La conquista de Constantinopla, supuso la creación de fuertes lazos entre los distintos grupos que vivían en un mismo espacio, así como las disputas por los territorios. Cabe destacar, que por ejemplo, había caballeros castellanos y catalanes en la defensa de Bizancio. Y, por otro lado, en las filas otomanas encontrábamos cristianos de origen balcánico u ortodoxos. La diferencia entre ambas filas es, que en el caso de las turcas, había mayores apoyos y diversidad de etnias, gracias a la tolerancia religiosa que marcaba la mentalidad de la época.
Una de las controversias que marcaron la mala relación entre el Imperio Turco y sus vecinos europeos fue el tema de la disputa por Venecia y los Balcanes, y los continuos ataques de los piratas berberiscos. A principios del siglo XVI se comenzarán a ganar plazas a los venecianos, hasta que finalmente pierda la mayor parte de su territorio y no le quede otra que rendirse. Por su parte, los piratas berberiscos suponían un grave peligro para Europa, ya que además contaban con el apoyo del Norte de África para saquear, robar y violar en las costas europeas. Como enemigos de estos piratas estará la Orden de San Juan (cristiana), que realizará las mismas acciones en las costas otomanas.
Los siguientes en la línea de sucesión responden a los nombres de Selim I (1512-1520) y Solimán, a quienes se les atribuye la cumbre definitiva del Imperio Turco. Selim fue quien consolidó el Imperio en la zona de Egipto, incorporó los mamelucos a sus territorios y creó un gran arsenal de tropas en torno a Estambul. En cambio, Solimán, derrotó a los húngaros en Mohács (1526), consiguió tomar Belgrado (1521), y acabar con Carlos V en Venecia. Todo ello supuso la entrada de los otomanos en el territorio europeo. La más importante de todas las batallas, será sin duda, la Batalla de Lepanto (1571). Es una batalla importantísima, no solo por sus consecuencias militares, sino porque demostró al Imperio Turco que no podía atender a dos frentes. Es decir, no podían mirar a Oriente a la vez que lo hacían hacia Europa. Y realmente, al final van a centrarse más en ese marco Oriental que en el Occidental. De hecho a partir de esta batalla, el frente mediterráneo no desparece, pero sí consigue estabilizarse. A partir de 1566 no van a conseguir avanzar más, se quedan con los territorios que tenían y lo que habían ido conquistando. Las zonas del Norte de África eran repúblicas de vasallos que recibían el apoyo del Imperio Turco, gracias a la gran influencia de piratas berberiscos en sus costas.
La Monarquía Hispánica
El término “Monarquía Hispánica” se acuña en el S. XVII por un historiador italiano para denominar a todos los reinos que estaban bajo un mismo cetro, bajo una misma soberanía. Veremos cuál es su origen y cómo es posible pudiera sobrevivir durante casi dos siglos aun teniendo tal complejidad política. Veremos que pese a los problemas que trae el hecho de ser una monarquía tan vasta, pudieron enfrentarse a la tarea de gobernar tan amplísimos territorios.

Cada territorio conservará su particularismo y organización política. Estos territorios se pueden dividir según la capacidad de actuación del rey. Recordemos que la monarquía hispánica era un estado unido, pero no centralizador, que compartía una serie de territorios diferentes, todos bajo el mandato del rey. Entre las diferencias de los territorios podemos destacar las diferencias en la lengua, la economía, la ley, o incluso el poder del rey sobre dicho lugar. Será, en efecto, un estado muy diverso. Por un lado, podemos encontrar que esta división presentaba ciertas ventajas, como por ejemplo la facilidad que tenía para sumar reinos, y por lo tanto, para ampliar el territorio. Haciendo referencia a este hecho podemos destacar la situación de Portugal, que fue víctima de estas negociaciones entre territorios, y finalmente fue añadido al conjunto de territorios hispánicos. Felipe II firmó un consenso por el cual este territorio pasaba a formar parte de la monarquía hispánica, pero en cambio, conservaría sus tradiciones y costumbres. Estos consensos, que también incidieron sobre otros territorios, buscaban evitar la opresión o la invasión entre los territorios de esta unidad. Sin embargo, el control de los territorios suponía un problema grave. De hecho, este control dependería en su totalidad de los pactos realizados entre las élites locales. Y por otro lado, estaría el problema de la homogeneidad: estos territorios eran tan diversos, que al final todos eran extranjeros. Entonces, este particularismo es un elemento que juega a favor en el sentido de que permite ir agregando reinos de un modo relativamente fácil, pero que por otra parte, constituye una estructura económicamente costosa. En definitiva, para el control de los territorios, el rey va a necesitar ayuda de las sedes, que serán órganos elitistas de poder, que ayudarán al rey en su gobierno. Este funcionamiento provocará un gran derroche económico, tanto para contentar a estas élites como para mantener a la corte, y al resto del reino.

Pensemos que en el siglo XVI la cultura económica era primordial. Había buenas cosechas y escasez de epidemias. En cambio, tanta explotación de recursos en esta época provocará un siglo XVII mucho más sombrío: lleno de crisis, epidemias y complicaciones. Entre los problemas, podemos destacar las confrontaciones entre los pequeños territorios, por el poder.
Los territorios se dividían en dos clases en función de la cantidad de poder que tenía el rey sobre ellos: había territorios en los que había mucho más dominio del rey (que nunca es total), como por ejemplo Castilla (el rey  pondrá corregidores en cada una de las principales ciudades, que serán las figuras más célebres a nivel municipal) o Nápoles. En el otro caso, el rey tendría menos poder, dando más peso a las élites.

La estructura administrativa e institucional será muy frágil, razón por la que las relaciones personales fueron claves. Había una grave falta de organización, que luego tendrá que arreglar el mundo contemporáneo. Sabiendo que había esta deficiencia, había que buscar una forma de solventar este problema, así que lo que harán será pactar con las oligarquías (la élite) para que éstas les ayuden en la administración y organización de los territorios. En cambio, para la sorpresa de los reyes, esta dependencia de las oligarquías provocará problemas más adelante.

-          Proceso de oligarquización: la falta de habilidad de los reyes para gobernar, hará que las élites vayan adquiriendo cada vez más poder, hasta que en algún momento se llegará a ciertas revoluciones burguesas en las que ambos se enfrentarán por saber quién se queda con el máximo de poder.
Esta estructura administrativa se caracterizará principalmente por su falta de instituciones. Al no haber instituciones, estas relaciones se hacían de forma más personal, lo que más adelante también supondrá batallas por el poder.

El escenario político en el Imperio Otomano
Es en el siglo XV cuando el sultán se va a convertir en la suprema autoridad religiosa y civil, es decir, cuando confirma su dominio religioso. Se forma un modelo político donde él era el dueño de sus territorios y todas las personas que trabajaban en ellos, siendo estos, los esclavos. La figura del sultán era omnipotente, aunque luego había otros grupos de oligarcas, como el cuerpo de sacerdotes o los visires, que también tenían gran influencia socio-política.
Uno de los problemas que va a presentar este imperio va a ser los referentes a la sucesión. Lo que había inculcado Mehmed es que los sultanes debían morir, y después ser sucedidos, pero todo a base de guerras. Y por eso van a estar todos enfrentados entre ellos. Esto va a ser una constante. Realmente, al contrario de lo que sucedía en las monarquías europeas, la idea de sucesión no estaba muy bien desarrollada, ya que lo que había era luchas entre los miembros de las familias reales por el poder. Esto va a provocar guerras civiles e incluso la ejecución sumaria de hermanos o primos, que hacía que la familia del sultán perdiese a miembros clave por estas ideas de sucesión. Muchas veces había diferentes intereses de poder entre los diferentes hijos de las diferentes mujeres que componían la corte. El que primaba siempre era el progenitor, dado que se practicaba la monogamia.
Solimán va a promulgar un código, Kanuname (corpus documental de gran trascendencia). Con él la percepción de la monarquía seguía siendo centralizadora, y lo primero que iba a buscar además de controlar el poder, sería controlar también la cultura. Esto también lo veremos en la monarquía hispánica con Felipe II, que con su Recopilación de Leyes, realizará un proceso similar orientado a Castilla. Otra de las cosas que va a hacer va a ser aumentar el número de funcionarios, es decir, de las personas que trabajan en la corte. Sin embargo, aunque esta tendencia también se emplease en Europa, el método sería diferente: en el caso de la monarquía hispánica los que trabajan en la corte son plenamente católicos, y por lo tanto todos sus fieles también debían serlo; en cambio, en el caso de Solimán el Magnífico, eran de diversas culturas, incluso entre ellos también había cristianos.
-          Jenízaros: constituían la élite del ejército otomano. Eran tropas muy fieles al sultán, y se caracterizaban por ser niños arrancados de las familias balcánicas, que además eran sometidos a un proceso de socialización para que siempre fueran fieles al sultán. De esta forma se convierten en la guardia personal del sultán. Este proceso de arrebato de niños y educación orientada al amor hacia el monarca, también va a practicarse sobre miembros de otras culturas. El sultán vivía en el corte, rodeado de estos funcionarios, que serían en el futuro los virreyes territoriales. Lo que hace, pues, para asegurarse la fidelidad es educar a estos futuros virreyes. Estos jenízaros tenían totalmente prohibido el matrimonio, ya que de esta forma se evitaban posibles distracciones. Debía ser una tropa fiel hasta el máximo de sus extremos. También eran reclutados cada cinco años entre los niños más fornidos.
 -          Timars: eran virreyes que a cambio de tropas conseguían rentas y tierras. Esto establecía una especie de consenso entre el sultán y las aristocracias. Esto también lo encontraremos, por ejemplo, en las Repúblicas Italianas o en Francia.
La ambición jenízara será uno de los problemas a los que se enfrente la sucesión. Los jenízaros servían al sultán, pero cuando este moría se daban guerras civiles entre los que querían a un sucesor y los que preferían a otro. Cada grupo de poder quería ser el ganador, y poner un sultán de su bando para ellos beneficiarse. Las muertes de los sultanes suponían graves problemas internos. La consecuencia final de esta práctica constituyó la eliminación y debilitamiento de aquellos que podían tener la oportunidad de adquirir el poder en algún momento. En realidad, las maquinaciones de las mujeres del harén y las influencias de los jenízaros eran básicas, ya que cada vez que moría el sultán al que eran fieles, tenían que elegir rápidamente uno de los bandos que iban a enfrentarse por el poder. Los jenízaros, por eso, serán fuentes de oposición a la modernización y a las nuevas leyes, dada la situación de privilegio de la que gozaban. Este problema, en definitiva, será recurrente y estructural en el Imperio Otomana.
El escenario político en la Monarquía Hispánica

Organización política en Castilla: el sistema polisinodial se trata de un sistema de Consejos divididos temáticamente (Hacienda, Estado, Guerra, Órdenes Militares e Inquisición), o territorialmente (Castilla, Aragón), que poseían un carácter administrativo, consultivo y judicial. Esta organización también forma parte del modelo hispánico, y tendrá bastante carácter burocrático.

Lo que harán estos consejeros, funcionarios o burócratas, será procurar el contento del rey y a su vez, el beneficio económico de sus señoríos. Es decir, por una parte serán fieles al rey y a la religión, pero por otro lado buscarán el contento económico propio y familiar. Por otro lado, además de servir al rey, debían servir al reino. Es más, muchas veces, el Consejo de Castilla se va a oponer a esta participación de oligarcas, sobre todo con el tema de pago de impuestos. Pensemos, que el hecho de ser un Consejo, suponía que el deber único era aconsejar al rey. Es decir, no era una administración al servicio del Estado, sino que al depender todo de la fidelidad (a veces no tan fiel) hacia el rey, podremos observar como así se tomarán la libertad de tener otros tipos de intereses, como decíamos antes, el social y el económico. Por otro lado, lo que también ocurre es que están mal diferenciados.

Se basa en el sistema bajo-medieval de Castilla, pero con dos importantes reformas entre 1523 y 1528. Uno de sus elementos más importantes será que estos monarcas tratarán de formar una unidad religiosa, primordialmente cristiana, en todos los territorios. El hecho de ser católico ya sumaba puntos a favor con esa monarquía tan extremamente católica. De esta forma, la los vasallos, cortesanos y personas de confianza del rey, debían ser todos cristianos. Será un imperio que no apoye la diversidad, que solo acepte el cristianismo. De hecho, no ser cristiano sería visto como un delito y considerado como un ataque directo al rey.

Secretarios de Estado (XVIII): el despacho personal. Los Secretarios de Estado en España, entre 1714 (reformas borbónicas de Felipe V) y 1833 (final del reinado de Fernando VII, la Década Ominosa y del Antiguo Régimen en España), fueron el cargo institucional que ejercía las funciones directivas del poder ejecutivo por delegación directa y bajo la confianza del rey, quien no por ello dejaba de concentrar todos los poderes como rey absoluto. Su figura, dentro de una monarquía absoluta propia del Antiguo Régimen, era en cierta medida comparable a la que posteriormente representaría el Presidente del Consejo de Ministros (dentro de un régimen liberal en el que se introdujo la división de poderes y la limitación de los poderes regios propia de una monarquía constitucional); y, más adelante, el Presidente del Gobierno en la actual monarquía parlamentaria desde la Constitución de 1978.

-          Corregidores y ciudades:
Un corregidor era un representante del rey, considerado como la máxima autoridad dentro de los territorios que componían el reino. Su función, por ello, era controlar a las ambiciosas oligarquías. Era de la máxima confianza del rey y se encargaba además de asuntos administrativos. Sin embargo, estos corregidores muchas veces eran miembros de las propias oligarquías, dando lugar a una gran corrupción política y económica. Ello también se debía al ofrecimiento de títulos o territorios por parte del rey a cambio de las buenas relaciones que mantenía con algunos de estos miembros.

Este sistema era un sistema de religión y de familias. Las relaciones personales y la fidelidad eran dos elementos clave para ganarse el favoritismo del rey, y por lo tanto, el poder ascender en la escala de poder y de la economía. De tal modo, a pesar de que existía un sistema de corregimiento que hacía valer la voz del rey en las diferentes ciudades, al final tenía diferentes matices que impedían que este poder localizado en el rey se entendiese como absolutismo, ya que había muchas ramas de la que partían los poderes de otros muchos miembros pudientes y célebres en la vida social, política y económica de la época.

Las Cortes eran elementos de representación de la sociedad política, que negociaban con el rey, le ofrecían servicios, y este a cambio las dotaba de poder y territorios. Por ejemplo, en el caso de la gestión de los tributos en Castilla, podemos observar que no dependían del rey, sino que la recaudación de esos tributos dependía de negociaciones conocidas como encabezamientos (negociaciones fiscales de los siglos XVI-XVII). Este sistema hacía que estos miembros con los que el rey firmaba el contrato, se quedasen con un poco más de dinero para uso personal. Esto, sin embargo, no era corrupción porque el rey lo sabía y estaba permitido por el contrato firmado. En cambio, a finales del siglo XVI estas diferencias entre lo que pagaban al rey y lo que se quedaban los burócratas eran cada vez mayores. La falta de una Hacienda en la época, impedía el control de estos tributos, que se administraban en función de estos contratos que hemos dicho.

-          Organización política:

Como consecuencia del establecimiento de la Corte en Madrid, la Villa se convirtió en el y en el centro, también, de la vida política, económica, financiera y social de los reinos peninsulares. Al residir aquí el rey, de modo permanente, también tenían su sede organismos tan importantes como los Consejos, Arzobispado de Toledo, del que eclesiásticamente Madrid dependía, y el Nuncio, como representación de los Estados Pontificios ante la Corona Española.
centro político de los extensos territorios del Imperio dominados por la Coron

Es decir, la Villa pasa a ser Corte, y por tanto, no sólo va a detentar una autoridad municipal y local, y un organismo de equilibrio o compromiso, sino que se convierte en sede y terreno de altos y complejos organismos de poder. Esta transformación en Corte, lejos de beneficiar y aumentar la capacidad y poder del municipio, o sea del Concejo, no supuso ningún beneficio para la Villa y sus ciudadanos, al menos como conjunto, aunque sí sobre determinados individuos y estamentos. Siendo representantes de la comunidad, y por tanto valedores de los intereses de ésta, fueron sólo atentos y fieles servidores de la voluntad e intereses de la Corona, dada su actuación en las frecuentes Cortes convocadas en Madrid, como representantes de la Villa.

El poder del rey y de la Corona, no sólo disminuyó, sino que muy pronto eclipsó la capacidad de maniobra del Ayuntamiento, aunque éste estuviese siempre presente en todas las ceremonias y representaciones diplomáticas de la Corte. Este Ayuntamiento estaba situado en la calle Mayor y en la Plaza Mayor, y hacía grandes inversiones que partían, en su mayor medida, de las arcas públicas. Este suceso, entre otros relacionados con la corrupción, serán los que después provoquen una grave crisis política económica durante el siglo XVII.

El Ayuntamiento madrileño fue, durante el siglo XVII, una marioneta de los intereses de la Corona, pues otra cosa no podía al estar formado por títulos vitalicios y cargos hereditarios, y por personajes totalmente fieles a los deseos del monarca o de sus válidos. Con frecuencia, incluso, la Corona permitía transgresiones de las normas y de las reglas para poder colocar a determinados individuos en puestos de representatividad.

En las Cortes, que se celebraban generalmente en Madrid, los castellanos, andaluces o aragoneses solían defender sus intereses. Pero la monarquía austríaca no podía consentir dada la generosidad que había tenido la Corona con ellos. Por tanto, la Corona tendió desde el primer momento a minimizar la acción del Concejo, a favor de una mayor representatividad de las Cortes.

El Concejo, como todos los demás organismos estatales de la Corte, no podía ser un organismo autónomo y con objetivos particulares, sino que debía ser una administración más emanada de la figura y poder del monarca, que debía servir a la Corona y la Corte. Finalmente, como responsable del espacio urbano y de la manutención del vecindario, incluido el cortesano, desarrolló una tibia política urbanística y unos servicios encaminados a asegurar el abastecimiento público.

Sociedad en el Imperio Otomano
Vamos encontrar una estructura social dual: hay diferencias entre los militares y no militares (diferenciación por castas), en derechos por ejemplo. Los militares eran una clase dirigente, que estaba compuesta por miembros del estado y por funcionarios, cortesanos e incluso el clero.
Desde el punto de vista de la religión se considera que este Imperio era una autocracia donde el sultán representaba la religión, y cuya soberanía procedía directamente de Dios. Sin embargo, el poder limitar estaba limitado por estadistas, que se conocían por el nombre de ulemas, que formaban además un tribunal supremo, religioso y jurídico, muy poderoso. Estos seres tenían la propiedad de revocar la investidura del sultán, a pesar de que ésta fuera hereditaria, y ya se verán casos de sultanes que fueron derrocados por estos personajes tan poderosos. Podemos decir que son como sacerdotes que aconsejan en términos de política.
El ámbito económico comienza a cobrar importancia con Mehmed II, que va a iniciar la centralización administrativa, aumentando así su poder. Esta característica no solo se aprecia en el Imperio Turco, sino también en Europa, que se encontraba en su periodo renacentista repleto de monarquías totalitarias. Además, todo ello provocará que el poder pueda ser totalmente dominado desde el centro.
Con el crecimiento del imperio, el sultán (especialmente en el siglo XVI), ya no podía manejar solo la administración, por lo que se forma un consejo de ministros denominado Diván. Y aquí volvemos de nuevo a un proceso de institucionalización que vivió este imperio a causa del gran volumen de su territorio, que imposibilitaba su control. El Diván estaba controlado por el sultán, y también era el centro, ya que desde él se controlaban y se tomaban las funciones y decisiones más importantes del estado, tanto en política interior como exterior.
Desde el punto de vista fiscal podemos destacar los diezmos (un 10% de las ganancias agropecuarias), que debían pagar los musulmanes; y luego estaban los derechos de aduanas, o los tributos. Las rentas que le llegaban al Imperio Turco eran mucho mayores a la de los emperadores europeos, entre ellos Carlos V. Lo más significativo es que este imperio tenía un gran poder de renta y desarrollo institucional que de algún modo le llevaba a poder recaudar estos impuestos.
Respecto a la religión, los turcos van a dejar que se practique de forma libre y serán plenamente tolerantes. Intentará que los  vencidos se sientan en las mejores condiciones, e incluso les dejará alcanzar grandes cotas de responsabilidad dentro de la Administración o el funcionariado. Era un imperio tremendamente cosmopolita, que sin duda tenía como elemento central su ejército.
Sociedad en la Monarquía Hispánica

Las redes sociales y sus relaciones personales eran la base del funcionamiento de la sociedad y la economía de la época. Estas relaciones, eran por ejemplo, las que había entre las camarillas o los cortesanos, con el rey o con otros miembros con mucho poder. Estas relaciones eran principalmente informales, es decir, no dependían de procesos burocráticos o legales, sino que se basaban en las relaciones familiares o sociales, con fines plenamente económicos. Es verdad, que sí que existía la ley (que podía ser de muchas formas interpretada), pero no era la base de las relaciones.
La base del funcionamiento de este sistema va a estar en el número de miembros que tenía la familia. Es decir, cuantos más miembros tuviese, mayores serían las relaciones de solidaridad entre los miembros. Esto era algo que se respetaba mucho, la fidelidad y el honor eran como las bases de la moral de la época.

-          Clientecismo: relaciones informales y desiguales entre personajes importantes, y miembros menos importantes, denominados clientes. Era la base de la corrupción. Lo que van a conseguir estos clientes serán apoyo  territorial y económico, a cambio de otro tipo de favores.

Madrid experimentó un elevado crecimiento desde el momento en que allí se asentó la Corte. De la discreta población de la Villa en la mitad del siglo XVI, se pasa, casi súbitamente, a unas curvas de crecimiento, que aunque tendrán retrocesos a lo largo del tiempo, caracterizarán la vida y el ambiente de la ciudad durante todo el XVII.

Primero llegarán los cortesanos, con todo ese enjambre de cargos y puestos que forman el servicio de la Casa Real, seguidos en pocos años de los muchos funcionarios del Estado, en la medida en que Felipe II hace crecer y hacerse más compleja la maquinaria burocrática del Estado. En tercer lugar, comienzan a establecerse los inmigrantes, procedentes de los ejércitos o del campesinado y medio rural. En la medida en que las familias nobles, aristocráticas o burguesas demandan siervos y criados, esta inmigración se hará, ya en el XVII, con el establecimiento estable de la Corte, más sólida y continuada.

No podemos olvidar el creciente número de clérigos, frailes y monjas, que comienzan a asentarse en la Corte muy poco después de 1561. Con sólo estos factores enumerados, es fácil imaginar que la población avecindada en Madrid tenía que crecer de forma intensa más que sensible. Sintetizando, la sociedad madrileña podía definirse en estos aspectos: un primer porcentaje de cortesanos y funcionarios, de estamentos diversos, los primeros generalmente nobles, los segundos burgueses o letrados, salvo ciertos casos. Un segundo porcentaje de nobleza o aristocracia, con o sin directa participación en la vida cortesana o de círculos más cercanos al rey. Esta nobleza, que durante el reinado de Felipe II se manifestó remisa a trasladar la residencia a Madrid, se fue estableciendo paulatinamente a partir de la vuelta cortesana de Valladolid en 1605, llegando a constituir en el siglo XVII más de un cuarto de la población. Porcentaje también enormemente crecido lo constituyó el clero, estamento social religioso de enorme peso y trascendencia en la sociedad española de la época, con clérigos, eclesiásticos, frailes y monjas, en número que permite hablar de invasión para la nueva Corte. No sólo por la cantidad de fundaciones religiosas que se harán en la ciudad, sino por la deseada presencia de la iglesia en los círculos políticos y cortesanos.

Además de las parroquias y conventos, el estamento religioso se asentó en la ciudad, respondiendo a la necesidad de suficientes clérigos para atender hospederías de las diferentes órdenes, colegios, oratorios, hospitales, cofradías y hermandades. Aunque la condición de la Corte fuese esencialmente política y religiosa, no hay que olvidar que la numerosa población requería unos servicios y producciones determinados. Estos se los suministraba la burguesía, que respondía a tres frentes.

Los mercaderes y vendedores, los artesanos o fabricantes de manufacturas, que cubrían gran parte de las necesidades básicas  de la población, formarán también un gran grupo dentro de la sociedad. Por otro lado, como he comentado antes, estarán y los liberales o letrados, entre los que cabría incluir muchos funcionarios, pero también prestamistas, médicos, abogados, escritores y artistas, etc.

Y finalmente, el pueblo llano o trabajador manual, que en Madrid se dedicaba, fundamentalmente, a la servidumbre. Cualquier familia noble o burguesa empleaba como mínimo a dos o tres personas de esta condición. En la sociedad Madrileña del XVII, era impensable, para cualquier familia nobiliaria, mercantil, funcionaria o burguesa, no tener criados en casa, pues de no poseer ni siquiera un sirviente se estaba en el grado más ínfimo y bajo de la condición social. De la normalidad que llegó a tener la condición de siervo, basta decir que los criados o sirvientes tenían a gala el serlo, sobre todo, si sus señores o señor alcanzaban cierto nivel social.

A finales del XVI, en torno a los últimos años de vida de Felipe II, fallecido en 1598, la población madrileña ronda los 100.000 habitantes. Esto se debió al traslado de la Corte desde Valladolid a Madrid. Pero el retorno de la Corte a la villa del Manzanares, en 1605, supuso otra vez un sostenido índice de aumento demográfico, con algunos retrocesos, producidos por diversos elementos, tales como pestes, hambruna, mortandad elevada, etc. A lo largo del XVII, los vecinos no bajarán ya nunca por debajo de los 100.000, como los 154.000 de 1685, todo ello dentro del mismo espacio físico que no se altera, pues el crecimiento es absorbido por la capital mediante la fragmentación de la vivienda y el aprovechamiento de los patios de las casas para construir aposentos. Efectivamente, el suelo o superficie no aumentó en Madrid desde 1625, como consecuencia de la cerca de la ciudad ordenada levantar por Felipe IV, pero esta creciente explotación del suelo urbano interior de la cerca aumentó, considerablemente, los ya de por sí marcados problemas higiénicos, sanitarios y de salubridad, que a finales del XVII eran grandes y preocupantes, con abundantes voces de alarma ante una situación que era explosiva. 

- Ana Perla Sánchez

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